16 nov 2010

sin soñar como siempre


¿Y si, algún día
los sueños se acabaran?

en lugar de cabalgarlos
darías los rodeos

tras irte por las ramas
las podarías

tendrías la sartén
por el mango
en vez de abrasarte
por lamer quemaduras

cortarías el bacalao
dejando de devorarlo
a bocados, de una pieza
ya no te comerías
sin pedirlas
las peras del olmo
no vaya a ser que no existan

sentarías la cabeza
bajo la guillotina

mantendrías la calma
esperando tu tempestad

reencontrarías el norte
para olvidar
porqué lo buscabas
porqué lo perdiste

llevarías los pantalones
si andar más
desnuda, como siempre
correr y seguir
y acabar dormidos
desnudos, como siempre

dormirías como nunca
sin soñar como siempre

2 nov 2010

no me importa que sepas quién fui
mientras no lo confundas con quien soy
y sepas que mañana quizá ya no lo sea

26 oct 2010

me quedé con ganas

Me quedé con ganas
de llevarte al retiro
demasiado frío
en esos días

me quedé con ganas
de esa botella de vino
clandestino, calentándose
sin importarnos

ahora vengo
a observar
a escucharte en susurros
que no entiendo
a admirarte desde fuera

vengo a pegarme
cada día
con un recuerdo
que cambia cada día
aprovechando el tiempo
por no perderlo

y me reinvento
para encontrar al mismo
me pregunto
sobre todos
me imagino con todos

parece una comuna
de íntimos desconocidos
nadie parece darse cuenta

con el mismo rostro en el espejo
egoísta, desagradecido
dichoso e ignorante
rebusco recursos
de mochila, todo alivia
todo vuelve
otro recurso, otro alivio
otro pensamiento impasible

como recurso
lío y lío
escucho algo mejor
leo mi revoltijo

todo suena a lo mismo

las miradas fantaseadas
no significan nada
o lo que quieras

así que robaré
una botella de vino
y me beberé tu parte
o la regalaré
a la primera que pase
para tirarla vacía
sin mensaje

desaprovecharé los cuadernos
y si no sale
volveré al retiro
a perderme en tu botella
a apurar la hierba húmeda

a pensar
en aquel día frío
en que me quedé con ganas
en el que se helaron mis ganas

24 oct 2010

sentado en la orilla

Sentado en la orilla
de los bancos vacíos

tú nunca apareciste

pensando en lo que siempre
quisiste saber

tú nunca apareciste

volviendo al lugar perfecto
donde te debía encontrar
de nuevo no estabas

te empeño ausente
en lo casual
te apareces eterna
en la desgastada fantasía

20 sept 2010

Cosas por la cabeza (escrito Enero 2010)

Hoy se me han pasado muchas cosas por la cabeza. Por ejemplo, que hay algo antinatural en intentar olvidarte de la persona q amas, por mucho bien que vaya a hacer a tu tranquilidad emocional. Y es que odio hacerle cosas antinaturales a mis emociones, aunque a veces no quede más remedio para no desgarrarse. Y que, aunque me digan que me busque una chica sencilla, me siguen gustando las complicadas, quizá porque ellas son símbolos de las personas que necesita el mundo para recuperar la magia, o puentes para conseguirlo. Que me revienta darme cuenta de que perderla por hacer lo que me define es tan paradójico como no ser capaz de definirme si ella no está. O quizá, como me dijo un buen amigo el otro día, lo que pasa es que me creo mi propio Dios. Puede que tenga razón y solo busco a mi diosa para gobernar nuestro propio universo, porque en éste hay muchas cosas ingobernadas a las que no me acostumbro. Hoy un joven poeta me ha ayudado a entender a las mujeres más de lo que las he entendido a través de ellas mismas, y a darme cuenta de que he borrado mis recuerdos infantiles por alguna razón que desconozco, y que por ello mismo debo estar tan confuso en tantas cosas. Hoy he sabido que sea lo que sea lo que la vida me depara, debo encontrarlo haciendo lo me realice. Pensando en Haití, en una expo de fotografía humanitaria, he recordado a mi madre ayer. A esa gran persona a la que debo tanto y quiero tanto, pero que ayer no me dejó escuchar las noticias de la catástrofe con la queja de que le habían quitado doce euros de la pensión. Y que al terminar su exposición ha mirado a la tv y ha soltado un breve “que penita” al ver la mirada de un niño, para un segundo después bajar la suya a los papeles ladrones. Y a mí se me ha caído el alma a los pies, y no le he dicho nada. Porque es mi madre, porque es buena persona, y porque para qué a estas alturas, si ella ya pone su granito de arena. Aunque acabe de demostrarme que es solo un parche a la complacencia. Aunque ni ella misma lo sepa. Y eso me hace reafirmarme en que no crucifico a nadie que cuide y respete a los que le rodean. Y también, por otro lado, que todos podemos hacer siempre más por contribuir a la armonía, yo el primero. Pero, cada día más, me doy cuenta de que eso no es suficiente. De que no es suficiente que cuides a tu familia para no sentirte responsable. Para sentir que has cumplido con tu labor en el mundo. Y si es así es que no crees en la justicia social. O quizá es que todavía somos muy ignorantes. O es que a veces nos gusta serlo porque lo justifica todo. Y que sigue habiendo muchas injusticias de las que no queremos aceptar responsabilidad. Y que ni siquiera a los medios les interesan porque no hay imágenes impactantes, historias milagrosas o la palabra muertos en los titulares. Y si a ellos no les interesa más que la impronta, es porque en nosotros tampoco queda más que la impronta. Porque si la impronta no se transforma en reflexiones, y las reflexiones en actitudes, no sirve más que para alimentar el teatro de las buenas palabras, mientras entre bambalinas todo se pudre en la oscuridad. Y cuando miro hacia mí veo un halo de hipocresía reconocida. Quizá porque no tengo la justificación de la ignorancia. Y me pregunto si debería volcarme más en lo que predico para no dejar ningún genero de dudas. Y entonces me entra el miedo de sentirme sólo. Sólo, porque siento que en la afirmación de lo que creo y de lo que soy, dejo de creer y de ser si no estás tú. Y esta paradoja tengo que aclararla para poder encontrarme.

14 sept 2010

la terraza

A aquella terraza todos subían a esperar llamadas. Hacían como si no, como si llegaran a fumarse un cigarrillo o a disfrutar de las vistas del madrid desangelado. Pero ahí estaban, con la sensación de que abandonarla sin haber recibido esa esperada llamada era una decepción, un fracaso. Quizá una oportunidad, o un alivio. Lo sé porque yo también estaba allí por lo mismo. Con la misma sensación por una llamada que nunca recibí. Y mi vida desde entonces no fue la misma. Ese lugar era una señal, un punto de inflexión. Un hoyo o un trampolín. Un tren express hacia el bosque primario donde nada se conoce, donde todo se encuentra. Un lugar buscado, definido, premeditado. La prueba es que nadie se ha tirado nunca desde allí. Y nadie lo hará. Nadie abandonará. Algunos con llamada y otros sin ella, pero todos volverán por donde han venido.

21 jun 2010

Por la calle de la amargura hasta la calle del aguacate


Me llevo por la calle de la amargura hasta la calle del aguacate. Cómo echaba de menos los patios de vecinos. Aún sin haber corrido por las esquinas desconchadas. Sin haber jugado hasta el grito atardecido. Cómo lo echaba de menos cuando entré por la calle de la amargura, y recordé a mi abuela imaginaria en su mecedora inexistente. Charlatana echada al fresco junto al vecino de tirantes, que chilla a la parienta balcón arriba, y la amiga, del balcón de en medio, que sale a defenderla con chismes y secretos populares. Y recuerdo de nuevo la entrepuerta del bajo, la que nunca se cierra, con su olor a frijol y a santo criollo. Y la bola batida bajando la acera vacía, y el crío tiznado y reluciente tras ella. Pelota, niño. Y cómo la echo de menos al entrar como un fantasma ignorado, con mirada robada al televisor desajustado, a través de un visillo desgastado, y con mi familia encuadrada. Irreconocible. Irreconocida. Indiferente, no me invita. Me invitaría, indiferente. Y una veintena en vertical se reparte en casas intercambiadas. Que solo la noche reconoce dueños. Que solo la noche y el silencio dan nombre a las camas. Y ahí sigue el son. Bailable y acompañado de ademanes silbantes, se apaga. Retumba entonces el patio de vecinos en la Habana. Con mis pasos desgastados, roncos, la abandono, por la calle de la amargura, pasando ya la del aguacate.

26 abr 2010

3 meses desde el 12


El otro día, de repente, Puerto Príncipe recordó la normalidad. Qué hay más cotidiano para nosotros que la imagen de un padre llevando de la mano a su niña, uniformada, el primer día de colegio. Sólo unas pequeñas diferencias con nuestra rutina cuando miramos más allá de la mera imagen. Esta niña habrá salido esa mañana, probablemente, de debajo de una caseta hecha de lona impermeable y cuadro maderas, rodeada de basura y con una letrina cercana, olorosa y sucia, o simplemente sin ella. No sabemos si ha desayunado, y el padre que la lleva de la mano probablemente no tendrá mucha prisa porque no tiene trabajo al que llegar tarde. De hecho, el aspecto pobre y descuidado de su ropa contrasta con la imagen impecable de su hija, de camisa impoluta, falda de cuadros planchada e inevitables lazitos blancos en el pelo negro, recogido y trenzado a conciencia. Si viera esta imagen en España, más aún con lo que nos gusta el morbo, pensaría en un posible secuestro pederasta. Aquí esto es un gesto significativo por volver a la normalidad. Esa normalidad que indica que pensamos más allá del día de mañana. Es curioso como los niños se convierten en la referencia de la salud y la recuperación de una sociedad. Esta ciudad ha estado tres meses intentando salir del abismo. Poniendo parches para evitar que la situación se extremara, se descontrolara. Saliendo del shock y la confusión, atravesando la nube de polvo y reubicándose. Pensando en qué se puede hacer para que mañana no sea al menos peor que ayer. Pero ya muchos niños han vuelto a la escuela. Eso significa padres preocupándose por registrarles y permitiéndose el esfuerzo por darles lo necesario. Sistema educativo con cierto margen de control y gestión. Autoridades movilizando asentamientos de los habituales terrenos de escuelas y universidades, y mínimamente capaces y organizadas para resurgirlos de sus escombros. Ya las distribuciones de comida se acaban porque la economía alimentaria haitiana tiene que empezar a tener su sitio en este berenjenal, y cuánto antes empiece mejor. Cada vez se ve menos a los marines, y eso se nota. La tensión se ha rebajado. Ahora se ve más a los indiferentes soldados de la ONU, pero esos llevaban aquí mucho tiempo antes del terremoto, y para bien o para mal ya formaban parte del paisaje. Forman parte de la normalidad haitiana contemporánea. Lo mismo que los incontables cooperantes que nos paseamos, algunos en sentido real, y la mayoría, afortunadamente, en el figurado, por las calles y los campos con nuestras cámaras de fotos. Pero ya no somos hordas. Ya no está todo el mundo peleándose por su trozo del pastel. Ahora hasta nosotros nos podemos sentir, no solo parte del paisaje, sino parte de la normalidad. Cada vez la gente pide menos y hace más, y tú ya no eres tanto un gancho al que agarrarse, sino un escalón en el que apoyarse para saltar. Nadie sabe qué va a ser de Puerto Príncipe dentro de unos años, ni cuánto durará la mitad de esta ciudad viviendo en estas condiciones indignas (y lo digo sin dramatismos). Yo confío en que los haitianos no confundan normalidad con resignación. Y que los que estamos de paso no nos dejemos engañar por esa falsa estabilidad. Más aún porque entramos en unas semanas de lluvias que me temo nos van a devolver a la labor de achicar agua del barco. Nunca mejor dicho. Pero al menos tenemos unos días para coger aire y darnos cuenta (los que llegamos a Haití con este lío) de que, antes del gran desastre, Puerto Príncipe era una ciudad como otra cualquiera. Una pequeña ciudad-desastre como otra cualquiera. Como hay tantas en la rutina del mundo actual. Nosotros seguiremos en nuestra burbuja de expatriados privilegiados. Pero al menos también tenemos ya nuestra cierta normalidad. Tu cena privilegiada, tu fiesta privilegiada, tu escapada privilegiada, tu paseo al supermercado privilegiado sin tener que mirar el toque de queda. Privilegiada pero normal. Y uno por fin hasta tiene una mañana en que tiempo y energía son suficientes para escribir sobre la esperada normalidad. Y es que además puedes pararte a contemplar los detalles de los no tan privilegiados. Los infinitos negocios de venta de cualquier material imaginable que han invadido el devastado centro de la ciudad, y que parecen pegados como collage a un cuadro fantasma de estructuras derruidas, como dos imágenes superpuestas para crear una, surrealista, por encima de los cascotes y la lógica urbana. Los barrios en los que se han convertido los campos de desplazados, en las que las tiendas de campaña, con logos de a saber qué ONG, hacen las veces de peluquería, con sus productos de belleza expuestos y su música ambiente y todo. O de cyber-cafés bajo una lona de los asentamientos de la zona rica, donde los jóvenes mandan algún e-mail antes de lanzarse a la vida nocturna. La siempre odiada burocracia de las entidades públicas y las colas de los bancos, que ahora duele menos porque un documento oficial significa trabajo, seguridad o simplemente orden aparente. Los niños con trapos ennegrecidos que reconoces como los que siempre andarían en este cruce, porque les delata el oficio. Los tap-tap aprisionados de la arreglada secretaria pegada por el calor a alguno de tantos desescombreros accidentales con carrera universitaria. Y, precisamente, en nuestro coordinador local que, aunque me dolería, estoy deseando que nos abandone para volver a dar clase en la universidad en la que soliera, porque tiene mucho más que enseñar de lo que su actividad con nosotros le permite. Y es en esos detalles precisamente en los que ya te fijas más que en los edificios partidos que todos llevan de fondo. Fondos inevitables pero inofensivos. Ya no son más vidas derruidas, sino pasado por desescombrar. Antes, los esfuerzos se concentraban en que toda esta pesadilla no empeorara. Mañana la esperanza es que cada día la cosa mejora. Queda una vida por mejorar, y quizá se quede a mitad, para qué negarlo. Pero hoy, y de momento, mejora.

16 ene 2010

blue snow jazz

Blue snow jazz
andante and missing
fría y bella
como la nieve
hot ice

Te vas en palabras
y vuelves en copos
me cubres silenciosa
me congelas
dulcemente
lienzo blanco
donde escribirte
donde dibujarte
torpemente

No me canso
de mirarte caer
incluso a la lejanía
de una mano
y un poco más

Ya te oscureces
intenso bianco presto
Neige es nombre de mujer
hoy y siempre

9 ene 2010

descubrí

Y entonces descubrí
que me acostumbré a la soledad
que ya no moraba en tus recuerdos
ni esperaba en tus promesas

Y mas que atarte
te intuía
y antes que oírte
te llenaba
con ecos vagabundos

Volví de tu aura
para volcarme en tu cabello
intocable
y oler las lágrimas
y amar los anhelos

Y entonces descubrí
que la soledad se acostumbra
a las llamadas sin respuesta
que se recrea en tus palabras
sin creer
mas que en echarte de menos