Redescubrirte en el valor efímero de
cada momento irrepetible.
Reconectar los nodos permitiendo la
inspiración del caos.
Remendar cada relación herida con la
delicadeza y la dedicación del sashiko.
Nunca rehacer, mas que de cada espacio
un escenario, y de cada superficie un lienzo.
De cada suelo que toques, crear una
escultura en resonancia con la tierra.
En definitiva, “hacer, de cada acto
de tu vida, una obra de arte”
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