Más profunda que la soledad de la distancia
es la del tiempo,
siempre en el fondo de un mar iluminado,
en el rumor que permanece cuando calla el ruido.
Es más emocionante lo que compartimos
que nosotros mismos,
porque se expresa nuestro ser, vivo e invisible
porque es absurdo que con los seres sin nombre
la conversación sea más honesta y serena,
continua e infinita, que contigo.
¿Cuándo olvidamos mirarnos?
La soledad del tiempo no se puede recorrer
nos sorprende rodeados de gente
demasiado tarde, nos obliga a aprenderla
y nos somete.
No es lo mismo caminar un desierto
que una ciudad desierta
y hoy, por fin, gracias a ella
escuché lo que las olas confesaban a las rocas.
Voy a dejar de perseguir mi sueño,
mejor lo atraeré a un paraíso
donde el silencio será palabra sagrada,
donde verás resurgir el abrazo.
Allí, cada día, nacerá el futuro
en él me encontrarás vagando cada tarde
y allí, cuando todo se apague,
solo quedará el mar iluminado.