20 sept 2010

Cosas por la cabeza (escrito Enero 2010)

Hoy se me han pasado muchas cosas por la cabeza. Por ejemplo, que hay algo antinatural en intentar olvidarte de la persona q amas, por mucho bien que vaya a hacer a tu tranquilidad emocional. Y es que odio hacerle cosas antinaturales a mis emociones, aunque a veces no quede más remedio para no desgarrarse. Y que, aunque me digan que me busque una chica sencilla, me siguen gustando las complicadas, quizá porque ellas son símbolos de las personas que necesita el mundo para recuperar la magia, o puentes para conseguirlo. Que me revienta darme cuenta de que perderla por hacer lo que me define es tan paradójico como no ser capaz de definirme si ella no está. O quizá, como me dijo un buen amigo el otro día, lo que pasa es que me creo mi propio Dios. Puede que tenga razón y solo busco a mi diosa para gobernar nuestro propio universo, porque en éste hay muchas cosas ingobernadas a las que no me acostumbro. Hoy un joven poeta me ha ayudado a entender a las mujeres más de lo que las he entendido a través de ellas mismas, y a darme cuenta de que he borrado mis recuerdos infantiles por alguna razón que desconozco, y que por ello mismo debo estar tan confuso en tantas cosas. Hoy he sabido que sea lo que sea lo que la vida me depara, debo encontrarlo haciendo lo me realice. Pensando en Haití, en una expo de fotografía humanitaria, he recordado a mi madre ayer. A esa gran persona a la que debo tanto y quiero tanto, pero que ayer no me dejó escuchar las noticias de la catástrofe con la queja de que le habían quitado doce euros de la pensión. Y que al terminar su exposición ha mirado a la tv y ha soltado un breve “que penita” al ver la mirada de un niño, para un segundo después bajar la suya a los papeles ladrones. Y a mí se me ha caído el alma a los pies, y no le he dicho nada. Porque es mi madre, porque es buena persona, y porque para qué a estas alturas, si ella ya pone su granito de arena. Aunque acabe de demostrarme que es solo un parche a la complacencia. Aunque ni ella misma lo sepa. Y eso me hace reafirmarme en que no crucifico a nadie que cuide y respete a los que le rodean. Y también, por otro lado, que todos podemos hacer siempre más por contribuir a la armonía, yo el primero. Pero, cada día más, me doy cuenta de que eso no es suficiente. De que no es suficiente que cuides a tu familia para no sentirte responsable. Para sentir que has cumplido con tu labor en el mundo. Y si es así es que no crees en la justicia social. O quizá es que todavía somos muy ignorantes. O es que a veces nos gusta serlo porque lo justifica todo. Y que sigue habiendo muchas injusticias de las que no queremos aceptar responsabilidad. Y que ni siquiera a los medios les interesan porque no hay imágenes impactantes, historias milagrosas o la palabra muertos en los titulares. Y si a ellos no les interesa más que la impronta, es porque en nosotros tampoco queda más que la impronta. Porque si la impronta no se transforma en reflexiones, y las reflexiones en actitudes, no sirve más que para alimentar el teatro de las buenas palabras, mientras entre bambalinas todo se pudre en la oscuridad. Y cuando miro hacia mí veo un halo de hipocresía reconocida. Quizá porque no tengo la justificación de la ignorancia. Y me pregunto si debería volcarme más en lo que predico para no dejar ningún genero de dudas. Y entonces me entra el miedo de sentirme sólo. Sólo, porque siento que en la afirmación de lo que creo y de lo que soy, dejo de creer y de ser si no estás tú. Y esta paradoja tengo que aclararla para poder encontrarme.

14 sept 2010

la terraza

A aquella terraza todos subían a esperar llamadas. Hacían como si no, como si llegaran a fumarse un cigarrillo o a disfrutar de las vistas del madrid desangelado. Pero ahí estaban, con la sensación de que abandonarla sin haber recibido esa esperada llamada era una decepción, un fracaso. Quizá una oportunidad, o un alivio. Lo sé porque yo también estaba allí por lo mismo. Con la misma sensación por una llamada que nunca recibí. Y mi vida desde entonces no fue la misma. Ese lugar era una señal, un punto de inflexión. Un hoyo o un trampolín. Un tren express hacia el bosque primario donde nada se conoce, donde todo se encuentra. Un lugar buscado, definido, premeditado. La prueba es que nadie se ha tirado nunca desde allí. Y nadie lo hará. Nadie abandonará. Algunos con llamada y otros sin ella, pero todos volverán por donde han venido.