Si
el mundo se acabara en tres días, me alegraría. Sería
maravilloooooso! En aquella playa portuguesa en la mañana del año
nuevo pasado, tres amigos descifraban el destino del mundo. Uno, que
si las infinitas conexiones de la red global estaban madurando el
cerebro de la humanidad y lo harían tener por fin conciencia, y esa
era la señal de la salvación. Otro, que Gaia, el organismo viviente
en forma de planeta, del que formamos parte, da muestras de estar
cerca del colapso y el fin está cerca. El tercero, que ambos hechos
habrían hecho recuperar la espiritualidad perdida con el humanismo.
Pero todos eran compatibles. El cuerpo de la humanidad está en su
lecho de muerte y como buen moribundo es consciente de su fin, lo
percibe, está alcanzando la paz necesaria. La lógica paz que solo
viene cuando nada importa, porque ya está todo el pescado vendido.
Cuando solo importa la paz. Imaginad que realmente fuéramos
conscientes, con certeza, de que el mundo se acaba en tres días. No
se vendería un iphone más, ni se discutiría si es mejor messi o
cristiano, si te han rallado el audi, si las infantas han ido al
colegio, ni siquiera si te han echado del trabajo, te ha engañado la
novia o el banco se ha quedado con tu dinero. Si solo murieras tú,
quizá tendríamos la sensación sanamente envidiosa de querer
quedarnos a vivir la vida, a vivirla con nuestra gente, porque la
vida sigue sin ti. O de asegurarnos de que no dejamos cuentas
pendientes con la vida, que dejamos un recuerdo positivo de nuestro
paso por ella. Pero si todo lo que conocemos desaparece dentro de
tres días, si el mundo se extingue, ni siquiera queda eso. Nada más
importa que encontrar la paz, y unir la misma energía con el resto,
con lo que nos rodea, abrazarnos, no decir nada. Por fin la humanidad
encontraría la comunión perfecta, la luz y la paz que solo
encuentra el moribundo, pero con la ventaja de que no deja nada
pendiente, no hay nada por lo que preocuparse. Nada más tendría
sentido. La mayor parte del tiempo de nuestras vidas es morralla. Es
un mero trámite necesario para ir de uno a otro de los momentos que
realmente nos marcan en la vida y que si los juntáramos quizá no
sería más que horas o minutos, como mucho días. Muchos
cambiaríamos varios años de morralla por vivir esos segundos que
siempre están presentes. Pues imaginad 3 días en los que las
energías nos mantuvieran en un estado de éxtasis y de paz, en tener
algo parecido a esos momentos mágicos de la vida concentrados y
compartidos, y que luego todo se acabe. ¿No sería una maravillosa
manera de despedirnos? Mirad, si el mundo está en su lecho de
muerte, si se acaba nuestro ciclo, casi prefiero que sea dentro de
tres días, o al menos en mi tiempo de vida, porque no me lo quiero
perder.
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